A pesar de llevar el nombre de Gibrán Jalil Gibrán, poeta, escritor, pintor y filósofo Libanés (6 Enero 1883 – 10 Abril 1931), y a pesar de que que sus libros han estado en casa de mis papás toda mi vida, no fue hasta este 2010 y a mis 37 años que leí el libro El Profeta, una edición que mi esposa tenía como su tesoro más preciado, e inmediatamente me cautivó y que ahora se ha convertido en un tesoro compartido.
Tocó algo muy profundo en mí y descubrí toda la sabiduría que alberga este pequeño libro, el único libro que hasta ahora he leído dos veces, y continué leyéndolo una tercera, una cuarta y una quinta vez. Para entonces ya estaba escribiendo en una libreta las frases que más me gustaban, las que yo sentía que me hablaban directamente a mí, de una forma muy personal, nutriendo mi hambre de búsqueda personal, intelectual y espiritual. Comencé a recopilar estas frases de cada tema, extrayendo a mi sentir, la perla del interior de la ostra o el diamante de las entrañas de la piedra, y así comencé a llamarle mi versión “destilada”.
Una profanación, seguro que algunos dirán, una tremenda prepotencia, ya que he eliminado la mayoría de la poesía que envuelve al mensaje central. De seguro habré dejado fuera muchas otras enseñanzas, belleza, sabiduría y la experiencia que da leerlo íntegramente. por ello es que recomiendo a todos que lean la versión original de El Profeta, en cualquiera de sus ediciones.
Me basé en El Profeta edición 1999, Editorial EDAF, con prólogo y traducción por Mauro Armiño. I.S.B.N. 84-7166-922-6 y de ahí son las referencias a las páginas. La obra original de El Profeta es © de Gibran Jalil Gibran, la traducción es © de Mauro Armiño y la versión que he destilado aquí es Creative Commons, es decir, se puede reproducir libremente y generar obras derivadas de esta,
siempre y cuando no se utilice para fines comerciales.
Aunque he transcrito casi íntegramente las frases extraídas, he añadido en algunos casos palabras mías para que no se sintieran cortadas o inconexas estas frases, para que se pudiera leer con mayor fluidez. Así que, con gran respeto, humildad y alegría, comparto mi versión “destilada” de El Profeta.
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